4 de octubre de 2010

“Los jefes del chavismo hablan y se comportan como perdedores”


A estas alturas del juego, todo debate sobre los resultados políticos del 26S se ha tornado bizantino. Ya el lenguaje verbal y el corporal de los jefes del chavismo, comenzando por el de Chacumbele, así como su actitud general, se han encargado de zanjar el asunto. Hablan y se comportan como perdedores.

Perdieron. Punto. El emblema exacto de la derrota es el empujón que se le dio hacia atrás al autocratismo. Se demostró que, en el caso venezolano, este no es irreversible, que la dictadura no es inevitable.


Portada de hoy de Tal CualAunque el chavismo conserva la mayoría de la AN, las fuerzas democráticas, amén de lograr más votos que su adversario, lograron romperle los 2/3 y los 3/5, es decir las dos mayorías calificadas que le permitirían continuar manejando al parlamento como una extensión de Miraflores. El pilar principal del control autocrático del poder ha sido quebrantado.

Mas, por ahora, hay tiempo y necesidad para alguna reflexión.

Una, muy importante, es responderse una pregunta: ¿Cómo y por qué se ganó? Se ganó porque se aplicó una política correcta. La respuesta puede parecer banal, pero no lo es.

Porque forjar esa política correcta no fue fácil; hubo que vencer demasiados obstáculos y crear posturas coincidentes donde había divergencias en exceso. Y como la lucha continúa, para seguir teniendo éxito es indispensable preservar los factores sobre los que se cimentó la correcta política vencedora.

Fueron dos principales: La Unidad y la Estrategia Democrática.

La Unidad es bastante más que una asamblea de mochos que se juntan para rascarse las espaldas. Se llegó a ella como un acto de conciencia por parte de un grupo de fuerzas políticas, que internalizó la idea, no por obvia, evidente por sí misma, de que sólo yendo juntos había vida. Este fue un resultado cualitativo, fruto de una reflexión colectiva, no mensurable estadísticamente. Nadie “puso” más que otro en la Unidad. Entre todos, cualquiera fuera su tamaño o importancia relativa, “pusieron” lo que hacía falta políticamente para alcanzar el consenso unitario. La Unidad fue (y debe continuar siendo) fruto de todos.

Pero, la Unidad sin una línea política clara, definida, inequívoca y sin ambigüedades, no habría llegado a ninguna parte.

¿Unidad para qué? Unidad para asumir sin esguinces ni “segundas intenciones” una estrategia democrática, como la única viable y efectiva frente a un gobierno, ciertamente autoritario y autocrático, pero que ha sido obligado (entre otras cosas por la lucha de los venezolanos) a mantener abiertos determinados canales democráticos que hacen posible confrontarlo en el terreno del combate social, político y, sobre todo, electoral. Haber arribado y asumido conjuntamente esta conclusión fue un logro formidable.

Este ha sido el terreno de los éxitos y del creciente fortalecimiento de las fuerzas alternativas, así como el del progresivo debilitamiento del chavismo. Aferrarse con uñas y dientes a la política democrática y de unidad, sin permitir que ninguna contingencia táctica o coyuntural desorganice esa política fundamental, es la clave del gran triunfo que nos espera en 2012.

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