12 de noviembre de 2007

EL DESAFIO DE LOS MEDIOS


Miguel Conde F. (V/L)


La noticia consternó a toda la gente en Venezuela: murió el cardinal Rosalio Castillo Lara, un címbalo de libertad, y su muerte constituye una baja grande y lamentable en el frente de la sensatez nacional.

Cierto. Su voz en defensa de la libertad de expresión y de repudio a la arbitrariedad e insanías del poder administrado con noción totalitaria ya no se escuchará. Pero su mensaje de inconformidad y su abnegación y su amorosa entrega a su pueblo y sus creencias cristianas son inolvidables y continuarán marcando una conducta nacional.

Fue, ciertamente, un incomparable guía espiritual para los fieles venezolanos de la Iglesia. Y ahora estoy recordando el día en que, cometida la felonía anti democrática del gobierno chavecista de cerrar la señal de Radio Caracas TV, el cardenal Castillo Lara, que no era un pronosticador de infortunios, pero que si sabía medir el tamaño de las almas y también cómo se bate el cobre de las malas intenciones, salió del silencio y conmovió al entero país.

Dijo entonces, mientras pedía el prodigio de un milagro sobre esta Venezuela enferma y herida.: “Después de esta acto contra los Medios y la libertad de expresión, Ha llegado el momento de ponerle fin a un proyecto político anacrónico y absurdo que se pretende imponer con engaños y por la fuerza. Y que nada más ha proporcionado ruinas, destrucción y odios”.

La respuesta del odio no se demoró y tampoco ha dejado de repetirse. Desde entonces, en efecto, el gobierno, que se proclama “bolivariano” y “revolucionario”, sin saber qué revolución hace, mantiene una ofensiva de insultos y descalificaciones no solo contra los Medios de Comunicación independientes sino contra la iglesia del cardenal Castillo Lara y sus seguidores.

El cardenal Castillo Lara no dijo nada diferente y tampoco respondió a esos insultos.

Seguramente pensó que no era necesario: también el gran majadero cervantino se topó una vez con la Iglesia y comprobó con Sancho que ese acto era un inconveniente disparate.

Lo alarmante, sin embargo, es que el detractor de ahora comete disparates, pero no tiene nada de cervantino para admitirlo. Y tampoco dispone de un Sancho que le aconseje.

También el cardenal Rosalio Castillo Lara se alarmó y creyó ver con exactitud que el país se había montado en un autobús equivocado y para rodar hacia cualquier lugar con final nada afortunado. Dijo entonces: “Venezuela está siendo llevada por un sendero equivocado, que conduce a la descomposición moral y la ruina económica y eso me tiene muy triste y preocupado”.

Me pareció comprensible siempre la preocupación del cardenal Castillo Lara, porque era y sigue siendo la misma preocupación. Pero también me parece atendible lo que recomendó el otro cardenal que nos queda, Jorge Urosa.

Dijo, después de oír las ofensas de quien solo sabe confundir insultos con argumentos: “Frente a la hostilidad que repunta debemos trabajar fuertemente por la paz. Pero eso ni implica asumir una actitud bobalicona o complaciente”.

Estoy de acuerdo y pienso que los Medios de Comunicación independientes y los periodistas que no cambian libertad por soborno, deben tomar nota y observar lo que recomienda el cardenal: la hostilidad con propósitos totalitarios debe ser enfrentada sin tolerancia. Y tampoco con actitudes bobaliconas y complacientes.

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