15 de mayo de 2008

La maldición de la Telepolítica


Ronald Guedez
(V&L)


Noé Pernía


Probablemente haya que recordar (cosa que a nadie le gusta) que la oposición en Venezuela nació en los estudios televisivos, y se formalizó a través de un proceso continuo de eventos más o menos artificiales.
Por ejemplo, «Primero Justicia» se fundó como asociación civil pero su coronación como partido de oposición se disparó desde los estudios de RCTV, canal que encabezó desde 1998 el alto mando comunicacional contra Hugo Chávez Frías.
Así, Julio Borges, quizá una de las figuras fundacionales de esa oposición de aplauso y autógrafo, pasó de ser el protagonista de un talk show de alto rating a jefe de un antichavismo hambriento de “líderes”, desorientado epistemológicamente.
Ahora bien, desde Manuel Rosales para acá la oposición ha tratado de darle otro sabor a su matriz telepolítica, pero desgraciadamente su futuro está ligado al lastre de la maternidad televisiva.
La dictadura que domina a los telepolíticos -y por ello a la cumbre más visible de la oposición- no es la de Hugo Chávez Frías, sino la dictadura de las líneas editoriales que consagran o destituyen a los protagonistas del antichavismo, segùn la conveniencia y afectos con los directivos y altos gerentes de medios.
¿Qué implicación trae esto? Que nos acostumbramos a ver al país como una gran telenovela, con la lógica del duelo entre personajes buenos y malos. Quizá por ello a veces somos capaces de entendernos ùnicamente a través del lenguaje superficial del drama telenovelesco.
Y ese sentimentalismo es el que nos lleva a juzgar con la facilidad de un huevo frito realidades complejas como la nuestra, en la que se ha vuelto letanía callejera el descalificar con tremendismo a quien no esté en línea con nuestros favoritos.
A este síndrome inclusive podría llamársele “Nitunización” de la sociedad, en honor a una de las periodistas más respetables que brilla en el universo del más crudo antichavismo.
Puertas adentro, la relación autoritaria entre las directivas de las empresas de medios masivos y sus nóminas de empleados y periodistas se resume en una ley que está vigente hasta el sol de nuestros días, «es así porque el jefe lo ha dicho».
Carlos Blanco insiste, «no aparece ningún método a la mano que la sociedad maneje y de la cual participe, para escoger los candidatos para las próximas elecciones. Se dice que se llegará a la unidad, pero los ciudadanos son tratados como espectadores y no como actores de esa selección».
Y es así porque la plataforma de medios de combate político, justo ese lugar donde nació la oposición antichavista, jamás ni nunca ha pensado en el ciudadano como “actor” o sujeto participativo de nada, sino como consumidor pasivo de la agenda impositiva de marchas, pitos y otros efectismos ya agotados.
En conclusión, la oposición en Venezuela se gestó, nació y creció bajo la tutela y vigilancia de los medios antichavistas, por lo tanto no se le puede pedir que se abra a la participación de los ciudadanos, puesto que, al final de cuentas, conlleva en sus genes el mal de esas pequeñas autocracias que interpretan al país de acuerdo a sus prejuicios de clase, raza y cultura…
Y esa autocracia la conforman, aunque le duela a muchos, las logias de gerentes y directivos de los medios de combate político antichavista.

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