Carlos Pérez
(V&L)
Para los Kirchner, el Caribe es una tierra de oportunidades. Desde 2003, el intercambio económico entre la Argentina y Venezuela creció más del 500 por ciento. En 2008, la Cancillería promete una cifra récord: exportaciones a Caracas por más de 1,600 millones de dólares. El número más alto de la historia comercial entre ambos países.
La estrecha relación parece a prueba de escándalos. No hay valija ni crisis financiera que melle la intimidad construida sobre la base de enlaces políticos, negocios de todo tipo y una curiosa cantidad de intermediarios. Los mismos que hacen de cada acuerdo una ciencia oculta.
En la Argentina no llevan apodos, pero en Venezuela los llaman "boliburgueses". Ese grupo de al menos 30 ejecutivos que trabajan a la par de cada funcionario, ofician de nexo con los gobiernos y suelen llevarse un 10 por ciento de cada operación.
A ese selecto equipo decía pertenecer Guido Alejandro Antonini Wilson, el hombre de la valija. También Carlos Kauffmann y su socio, Franklin Durán. Este último espera sentencia en el juicio que se sigue en Miami.
Pero la relación comercial con Venezuela también se volvió particular por otros motivos: las formalidades políticas. En la Argentina, desde 2003 la relación bilateral con Venezuela no está a cargo de la Cancillería. Ese lugar lo ocupa el Ministerio de Planificación, a cargo de Julio De Vido. Incluso, hasta el escándalo de los 800.000 dólares era Claudio Uberti quien oficiaba de "embajador paralelo".
El universo de curiosas influencias recíprocas siempre selló cualquier operación en el enmarañado sistema de intercambio económico.
Con Venezuela sobran negocios. En lo formal, la Argentina exporta desde leche y huevos hasta reactores nucleares. Hay relación en más de 40 rubros. Parece natural: a Chávez le sobra petróleo, pero importa el 80% de lo que consume. A cambio, el bolivariano hace negocios con lo suyo: fueloil, aluminio, productos químicos e hidrocarburos. Las comisiones de los intermediarios valen según la magnitud de los acuerdos, el volumen previsto de las ventas y el nivel de los contactos. De uno y otro lado.
Así, el insignificante comercio de 2003 se transformó en un millonario intercambio en 2008. Y la posición de Venezuela en el comercio regional argentino, en 2009, llegará al tercer lugar, detrás de Brasil y de Chile.
En cinco años se suscribieron más de 40 tratados de cooperación. No es fácil seguir la cuenta de las veces que los Kirchner se encontraron con Chávez: fueron más de 30 en menos de un lustro. Lo que empezó como una relación amena terminó en una alianza.
Este año, los escándalos parecían perforar la intimidad política. Al caso de la valija se le sumaron la colocación en Venezuela de bonos argentinos a una tasa del 15 por ciento, que el gobierno bolivariano vendió de inmediato, y la estatización chavista de la empresa ítalo-argentina Sidor. Pero no. Las exportaciones de la Argentina a Venezuela en el primer semestre fueron de 600 millones de dólares. Antes de fin de año se sumarán otros 1000, entre lobbies a prueba de dificultades. Ninguno se sorprende: negocios son negocios.
(V&L)
Para los Kirchner, el Caribe es una tierra de oportunidades. Desde 2003, el intercambio económico entre la Argentina y Venezuela creció más del 500 por ciento. En 2008, la Cancillería promete una cifra récord: exportaciones a Caracas por más de 1,600 millones de dólares. El número más alto de la historia comercial entre ambos países.
La estrecha relación parece a prueba de escándalos. No hay valija ni crisis financiera que melle la intimidad construida sobre la base de enlaces políticos, negocios de todo tipo y una curiosa cantidad de intermediarios. Los mismos que hacen de cada acuerdo una ciencia oculta.
En la Argentina no llevan apodos, pero en Venezuela los llaman "boliburgueses". Ese grupo de al menos 30 ejecutivos que trabajan a la par de cada funcionario, ofician de nexo con los gobiernos y suelen llevarse un 10 por ciento de cada operación.
A ese selecto equipo decía pertenecer Guido Alejandro Antonini Wilson, el hombre de la valija. También Carlos Kauffmann y su socio, Franklin Durán. Este último espera sentencia en el juicio que se sigue en Miami.
Pero la relación comercial con Venezuela también se volvió particular por otros motivos: las formalidades políticas. En la Argentina, desde 2003 la relación bilateral con Venezuela no está a cargo de la Cancillería. Ese lugar lo ocupa el Ministerio de Planificación, a cargo de Julio De Vido. Incluso, hasta el escándalo de los 800.000 dólares era Claudio Uberti quien oficiaba de "embajador paralelo".
El universo de curiosas influencias recíprocas siempre selló cualquier operación en el enmarañado sistema de intercambio económico.
Con Venezuela sobran negocios. En lo formal, la Argentina exporta desde leche y huevos hasta reactores nucleares. Hay relación en más de 40 rubros. Parece natural: a Chávez le sobra petróleo, pero importa el 80% de lo que consume. A cambio, el bolivariano hace negocios con lo suyo: fueloil, aluminio, productos químicos e hidrocarburos. Las comisiones de los intermediarios valen según la magnitud de los acuerdos, el volumen previsto de las ventas y el nivel de los contactos. De uno y otro lado.
Así, el insignificante comercio de 2003 se transformó en un millonario intercambio en 2008. Y la posición de Venezuela en el comercio regional argentino, en 2009, llegará al tercer lugar, detrás de Brasil y de Chile.
En cinco años se suscribieron más de 40 tratados de cooperación. No es fácil seguir la cuenta de las veces que los Kirchner se encontraron con Chávez: fueron más de 30 en menos de un lustro. Lo que empezó como una relación amena terminó en una alianza.
Este año, los escándalos parecían perforar la intimidad política. Al caso de la valija se le sumaron la colocación en Venezuela de bonos argentinos a una tasa del 15 por ciento, que el gobierno bolivariano vendió de inmediato, y la estatización chavista de la empresa ítalo-argentina Sidor. Pero no. Las exportaciones de la Argentina a Venezuela en el primer semestre fueron de 600 millones de dólares. Antes de fin de año se sumarán otros 1000, entre lobbies a prueba de dificultades. Ninguno se sorprende: negocios son negocios.
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