29 de septiembre de 2008

ANALISIS ESPECIAL Correa en la ruta de Venezuela


Alexandra Valencia
(Especial para V&L)


Lo acusaron de querer emular al presidente venezolano Hugo Chávez, de atentar contra los principios morales de un país profundamente católico y de estar erigiendo un régimen autoritario en Ecuador.

Pero, todos los ataques y argumentos de la oposición han resultado inútiles hasta la fecha para enfrentar la “revolución ciudadana” que abandera el presidente Rafael Correa, quien logró el domingo una victoria clave al aprobar su carta magna de corte socialista en referendo.

Tras la cuarta derrota consecutiva en las urnas, los desprestigiados partidos tradicionales quedan en su punto más débil en años, pese a sus amenazas de resistir el "proyecto autoritario" de Correa desde la porteña ciudad de Guayaquil, su feudo electoral y donde sondeos muestran un reñido escenario.

“Un articulito de la Constitución dice que los pueblos tienen el derecho a una resistencia cívica, pacífica, civilizada y democratic”, dijo el alcalde de la próspera ciudad costera, Jaime Nebot, quien a falta de un líder nacional se ha convertido en la principal cara de la oposición.

El abrumador triunfo de Correa en prácticamente todo el territorio nacional fortalecerá su liderazgo, dicen expertos, y aleja la posibilidad de que se repita una situación similar a la boliviana, donde la oposición resiste desde sus ricas regiones el plan del líder indígena Evo Morales.

El futuro pinta difícil para los críticos del mandatario. La nueva Constitución refuerza los poderes del presidente, amplía su control sobre la economía y abre la puerta para seguir en el poder por dos nuevos mandatos consecutivos.

Ahora, la aprobación del articulado fija en el horizonte un nuevo desafío electoral para el 2009, en el que oficialismo y oposición se verán de nuevo las caras compitiendo por la presidencia, el legislativo y los gobiernos locales.

Como un vendaval, Correa empezó a desmontar piedra a piedra las bases tradicionales del poder desde que asumió el cargo en enero del 2007, aplaudido por un país sediento de cambios.
Disolvió el Congreso, logró un abrumador respaldo a su propuesta de convocar la Asamblea Constituyente y sus partidarios barrieron en las elecciones para el organismo que redactarían la nueva carta magna.

En poco más de un año, todos los adversarios que podrían suponer una amenaza para el liderazgo del mandatario se fueron quedando en el camino, afianzándolo en un país que vio pasar a ocho presidente en la última década de los que tres fueron derrocados y ninguno pudo terminar su mandato.

El mandatario comparte la retórica anticapitalista de Caracas y La Paz, así como sus críticas, aunque más moderadas, a la influencia de Estados Unidos en la región.

Y lo que queda de la oposición, dispersa y desorganizada, intentó utilizar la buena sintonía política de Correa con Chávez y Morales como caballo de batalla electoral para enfrentar la popularidad del mandatario, augurando escenarios de polarización similares a los que viven Venezuela y Bolivia.

“No se quiere ser ni colonia norteamericana, ni colonia venezolana. Lamentablemente el Gobierno está entregado a Venezuela”, dijo el ex presidente Lucio Gutiérrez, derrocado en el 2005 en medio de fuertes protestas populares.

La Iglesia tampoco comulga con el líder ecuatoriano, pese que profesa un sólida fe católica, y utilizó los púlpitos para atacar al proyecto constitucional asegurando que despenaliza el aborto y permite el matrimonio homosexual.

Nada de esto impidió que Correa ganara con una amplia mayoría de los votos y que su respaldo, luego de 20 meses en el poder siga en niveles superiores al 70 por ciento.

Analistas coinciden en que el carismático líder supo catalizar el descontento general hacia las élites políticas, al tiempo que los altos precios del crudo le permitieron financiar multimillonarios proyectos sociales destinados sectores históricamente excluidos, como pobres e indígenas.

“Creo que el presidente logró encarnar en su persona un momento de cambio histórico. La gente se vuelca al cambio y los otros temas pasaron a segundo plano”, dijo Francisco Muñoz, analista de la revista La Tendencia, auspiciada por una organización internacional.

Además, su discurso anti-sistema y su imagen de ciudadano sufrido generó empatía en una población hastiada por años de una "corrupta partidocracia" que fue incapaz de domar las recurrentes crisis políticas y de doblegar una pobreza que afecta a la mitad del país.

“Los gobernantes prometen y prometen y nunca han cumplido. Ahora parece que el cambio es real”, dijo Roberto García, un taxista guayaquileño de 45 años, quien espera que la nueva constitución sea el inicio de ese cambio.

Tras la aprobación de la Constitución, el mandatario deberá lidiar con las promesas y esperanzas que volcó en su propia carta magna, a un país que pide mejor empleo, menores precios y más ayuda del Estado.

“Está jugando con su curva de crecimiento en credibilidad porque es imparable en el ofrecimiento de obras, pero llegará a un punto en que no sea posible su ejecución y ahí correrá riesgos”, dijo Luis Verdesoto, analista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Quito.

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