Luis Vicente León
(Especial para V&L)
Hoy Chávez es el referente antinorteamericano más importante del mundo
La decisión de Chávez de expulsar al embajador de EEUU es quizás una de las más arriesgadas que ha tomado desde el caso RCTV. Lo extraño es que venga después de una temporada en la que había reconocido empíricamente que el radicalismo extremo no le estaba funcionando. Los recules, el enfriamiento del tema guerrillero, el restablecimiento de las relaciones con Uribe, la visita al Rey de España e incluso su decisión de trivializar las 26 leyes de la Habilitante, nos mostraron a un Chávez cauteloso. Estaba tratando de rescatar su conexión popular, disfrazado de abuelita de caperucita, concentrándose en la estrategia que le ha servido mejor: gastar plata y comprar adhesiones.
Pero, ¿qué le hace cambiar de opinión, precisamente ahora cuando más necesita su popularidad para endosarla en las elecciones regionales? ¿Qué puede justificar que se tire el barranco de quitarse el disfraz y mostrarse tal como es al expulsar, con expresiones radicales, vulgares y primitivas, al embajador Duddy, bajo la débil excusa de solidarizarse con Bolivia?
Esta decisión tiene una justificación multifactorial. Chávez quiere ser un líder mundial y usa la irreverencia frente a Estados Unidos como su conector principal para lograrlo. Ha construido alianzas con los países más pobres, retrasados o populistas de América Latina, lo más radical del mundo árabe, el África más troglodita, lo peorcito de Asia, China y ahora la joya de Putin. Sin duda, ha sido exitoso en lograr su objetivo: hoy es el referente antinorteamericano más importante del mundo, precisamente cuando Bush y EEUU tienen una pésima imagen internacional. Esa posición “privilegiada” exige sacrificios. No cabe duda que el conflicto boliviano es grave para su amigo Evo y representa el momento perfecto para mostrar solidaridad “con sus gobiernos”. Pero si en Venezuela no pasara nada, probablemente Chávez se hubiera limitado a insultar a Estados Unidos, amenazarlo de nuevo con cortar el suministro petrolero y enviar apoyo financiero y armado al gobierno boliviano para ayudarlo a salir del atolladero. Sin embargo, esta vez cruzó la frontera porque hay algo más: la amenaza de que el juicio del maletín revierta la tendencia favorable que había logrado en su popularidad, luego de la crisis vivida desde mediados del año pasado. No puede darse el lujo de perder de nuevo su conexión de masas, so pena de repetir la derrota de diciembre, un desastre político para él. La flota rusa, el cuento chino del magnicidio y ahora la expulsión “yanqui”, forman parte de una estrategia deliberada de desvío de atención y control de daños por el juicio de Miami.
El problema para él es que si la población reacciona coherentemente con su posición frente a los casos de RCTV, la reforma constitucional o las declaraciones proguerrilla colombiana, podríamos predecir que esto afectará igual su popularidad, especialmente en los Ni Ni's, que representan la mitad de la población y cuya conexión con Chávez es extremadamente volátil. Aún así, el Presidente logra opacar las noticias sobre el maletín y polarizar al país, algo que le ha servido en el pasado.
El costo político es relevante y a esto debe agregarse el hecho de que los inversionistas se aterrorizarán, afectando la confianza, la capacidad de producción, el mercado cambiario y, ¡Bingo!: La inflación, Kriptonita para su popularidad.
Es una apuesta dura. Si logra salir ileso, el siguiente paso es meter plata y plebiscitar la elección: “por Chávez o por los golpista pitiyanquis”. Si en cambio, la popularidad se ve afectada peligrosamente, podría buscar mecanismos para evadir el proceso electoral y esto incluye la convulsión interna. Lo único que queda claro es que entramos en un terreno pantanoso de donde todos, toditos, saldremos encochinados.
(Especial para V&L)
Hoy Chávez es el referente antinorteamericano más importante del mundo
La decisión de Chávez de expulsar al embajador de EEUU es quizás una de las más arriesgadas que ha tomado desde el caso RCTV. Lo extraño es que venga después de una temporada en la que había reconocido empíricamente que el radicalismo extremo no le estaba funcionando. Los recules, el enfriamiento del tema guerrillero, el restablecimiento de las relaciones con Uribe, la visita al Rey de España e incluso su decisión de trivializar las 26 leyes de la Habilitante, nos mostraron a un Chávez cauteloso. Estaba tratando de rescatar su conexión popular, disfrazado de abuelita de caperucita, concentrándose en la estrategia que le ha servido mejor: gastar plata y comprar adhesiones.
Pero, ¿qué le hace cambiar de opinión, precisamente ahora cuando más necesita su popularidad para endosarla en las elecciones regionales? ¿Qué puede justificar que se tire el barranco de quitarse el disfraz y mostrarse tal como es al expulsar, con expresiones radicales, vulgares y primitivas, al embajador Duddy, bajo la débil excusa de solidarizarse con Bolivia?
Esta decisión tiene una justificación multifactorial. Chávez quiere ser un líder mundial y usa la irreverencia frente a Estados Unidos como su conector principal para lograrlo. Ha construido alianzas con los países más pobres, retrasados o populistas de América Latina, lo más radical del mundo árabe, el África más troglodita, lo peorcito de Asia, China y ahora la joya de Putin. Sin duda, ha sido exitoso en lograr su objetivo: hoy es el referente antinorteamericano más importante del mundo, precisamente cuando Bush y EEUU tienen una pésima imagen internacional. Esa posición “privilegiada” exige sacrificios. No cabe duda que el conflicto boliviano es grave para su amigo Evo y representa el momento perfecto para mostrar solidaridad “con sus gobiernos”. Pero si en Venezuela no pasara nada, probablemente Chávez se hubiera limitado a insultar a Estados Unidos, amenazarlo de nuevo con cortar el suministro petrolero y enviar apoyo financiero y armado al gobierno boliviano para ayudarlo a salir del atolladero. Sin embargo, esta vez cruzó la frontera porque hay algo más: la amenaza de que el juicio del maletín revierta la tendencia favorable que había logrado en su popularidad, luego de la crisis vivida desde mediados del año pasado. No puede darse el lujo de perder de nuevo su conexión de masas, so pena de repetir la derrota de diciembre, un desastre político para él. La flota rusa, el cuento chino del magnicidio y ahora la expulsión “yanqui”, forman parte de una estrategia deliberada de desvío de atención y control de daños por el juicio de Miami.
El problema para él es que si la población reacciona coherentemente con su posición frente a los casos de RCTV, la reforma constitucional o las declaraciones proguerrilla colombiana, podríamos predecir que esto afectará igual su popularidad, especialmente en los Ni Ni's, que representan la mitad de la población y cuya conexión con Chávez es extremadamente volátil. Aún así, el Presidente logra opacar las noticias sobre el maletín y polarizar al país, algo que le ha servido en el pasado.
El costo político es relevante y a esto debe agregarse el hecho de que los inversionistas se aterrorizarán, afectando la confianza, la capacidad de producción, el mercado cambiario y, ¡Bingo!: La inflación, Kriptonita para su popularidad.
Es una apuesta dura. Si logra salir ileso, el siguiente paso es meter plata y plebiscitar la elección: “por Chávez o por los golpista pitiyanquis”. Si en cambio, la popularidad se ve afectada peligrosamente, podría buscar mecanismos para evadir el proceso electoral y esto incluye la convulsión interna. Lo único que queda claro es que entramos en un terreno pantanoso de donde todos, toditos, saldremos encochinados.
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