Luis Vicente León
(Especial para V&L)
Los venezolanos debemos estar pendientes de los efectos que tendrá la crisis financiera mundial en el campo económico y político. Por más que algunos personeros del Gobierno declararon que la crisis no afectaría a Venezuela, terminaron aceptando que ningún país se encuentra blindado contra ésta.
El tema en cuestión se trata de un problema multifactorial, pero en nuestro caso, la variable más importante a analizar radica en el precio del petróleo. Al existir una depresión en las grandes economías mundiales, sobre todo en aquellas de países desarrollados, la demanda energética disminuye, impactando de manera significativa los precios del crudo, impulsándolos a la baja. La volatilidad de este mercado hace muy difícil estimar el valor exacto que tendrá el barril de petróleo el próximo año, es por ello que debemos manejar al menos dos escenarios: "descenso moderado de los precios" y "descenso grave de los precios".
En el primer escenario la demanda de crudo disminuye pero sin caer por debajo de la demanda, es decir, todavía sería posible colocar en el mercado toda la producción (que en la actualidad es deficitaria), pero reduciéndose la brecha entre oferta y demanda, que actualmente empuja los precios por encima del precio de equilibrio. En este contexto, los precios del petróleo podrían ubicarse entre 80 US$/B y 95 US$/B. Si ocurre lo anterior, los ingresos nacionales se verían mermados con respecto a las expectativas iniciales, por lo que habría que cortar grasa y algo de lomito en el gasto publico. Se espera entonces un enfriamiento de la economía con un crecimiento del PIB de 2% a 4%, lo que obligaría al Gobierno a sacrificar los apoyos internacionales, así como hacer uso de las reservas internacionales para enfrentar cualquier contingencia en la balanza comercial. Sin embargo, en este escenario no se produciría una crisis severa, el Gobierno tendría cierto margen de maniobra que podría sacarlo de aprietos.
El segundo escenario presenta un panorama mucho más grave, en el cual la caída de la demanda energética es tan grande que los precios se desploman. Aquí se generaría un impacto perceptual muy negativo de los agentes y una caída de la inversión, ante lo cual la OPEP no tendría mucho que hacer. El barril de petróleo podría colocarse por debajo de 75 dólares por barril. Un descenso en los precios de tal magnitud (el precio promedio de la cesta venezolana es de 101,3 US$/B en lo que va del 2008) haría que Venezuela entrara en un déficit fiscal crítico, por lo que el Gobierno tendría que tomar medidas de emergencia, aunque puedan afectar su popularidad. En el corto plazo la situación será atendida con una devaluación fiscalista, de este modo el Gobierno recibiría más bolívares por los dólares que obtiene de las exportaciones petroleras, permitiéndole cubrir parcialmente el hueco fiscal. El problema es que al devaluar se dispararía aún más la inflación afectando los salarios reales de los venezolanos y se, encarecerían significativamente las importaciones, que en el caso de los productos alimenticios representan el 75% del total ingerido en este momento, por poner un ejemplo. Adicionalmente, como los ingresos petroleros serían menores a los actuales, el Gobierno debería hacer uso de sus reservas y fondos para lograr "venderle" al pueblo una situación de equilibrio; y así preparar el terreno para una nueva reforma constitucional, que seguramente intentará imponer dependiendo de los resultados electorales del 23 de noviembre.
Independientemente de cual de los dos escenarios nos depare el futuro, lo cierto es que lo que nos viene el próximo año no está fácil, así deberíamos tomar nuestras previsiones para que la crisis no nos agarre por sorpresa.
(Especial para V&L)
Los venezolanos debemos estar pendientes de los efectos que tendrá la crisis financiera mundial en el campo económico y político. Por más que algunos personeros del Gobierno declararon que la crisis no afectaría a Venezuela, terminaron aceptando que ningún país se encuentra blindado contra ésta.
El tema en cuestión se trata de un problema multifactorial, pero en nuestro caso, la variable más importante a analizar radica en el precio del petróleo. Al existir una depresión en las grandes economías mundiales, sobre todo en aquellas de países desarrollados, la demanda energética disminuye, impactando de manera significativa los precios del crudo, impulsándolos a la baja. La volatilidad de este mercado hace muy difícil estimar el valor exacto que tendrá el barril de petróleo el próximo año, es por ello que debemos manejar al menos dos escenarios: "descenso moderado de los precios" y "descenso grave de los precios".
En el primer escenario la demanda de crudo disminuye pero sin caer por debajo de la demanda, es decir, todavía sería posible colocar en el mercado toda la producción (que en la actualidad es deficitaria), pero reduciéndose la brecha entre oferta y demanda, que actualmente empuja los precios por encima del precio de equilibrio. En este contexto, los precios del petróleo podrían ubicarse entre 80 US$/B y 95 US$/B. Si ocurre lo anterior, los ingresos nacionales se verían mermados con respecto a las expectativas iniciales, por lo que habría que cortar grasa y algo de lomito en el gasto publico. Se espera entonces un enfriamiento de la economía con un crecimiento del PIB de 2% a 4%, lo que obligaría al Gobierno a sacrificar los apoyos internacionales, así como hacer uso de las reservas internacionales para enfrentar cualquier contingencia en la balanza comercial. Sin embargo, en este escenario no se produciría una crisis severa, el Gobierno tendría cierto margen de maniobra que podría sacarlo de aprietos.
El segundo escenario presenta un panorama mucho más grave, en el cual la caída de la demanda energética es tan grande que los precios se desploman. Aquí se generaría un impacto perceptual muy negativo de los agentes y una caída de la inversión, ante lo cual la OPEP no tendría mucho que hacer. El barril de petróleo podría colocarse por debajo de 75 dólares por barril. Un descenso en los precios de tal magnitud (el precio promedio de la cesta venezolana es de 101,3 US$/B en lo que va del 2008) haría que Venezuela entrara en un déficit fiscal crítico, por lo que el Gobierno tendría que tomar medidas de emergencia, aunque puedan afectar su popularidad. En el corto plazo la situación será atendida con una devaluación fiscalista, de este modo el Gobierno recibiría más bolívares por los dólares que obtiene de las exportaciones petroleras, permitiéndole cubrir parcialmente el hueco fiscal. El problema es que al devaluar se dispararía aún más la inflación afectando los salarios reales de los venezolanos y se, encarecerían significativamente las importaciones, que en el caso de los productos alimenticios representan el 75% del total ingerido en este momento, por poner un ejemplo. Adicionalmente, como los ingresos petroleros serían menores a los actuales, el Gobierno debería hacer uso de sus reservas y fondos para lograr "venderle" al pueblo una situación de equilibrio; y así preparar el terreno para una nueva reforma constitucional, que seguramente intentará imponer dependiendo de los resultados electorales del 23 de noviembre.
Independientemente de cual de los dos escenarios nos depare el futuro, lo cierto es que lo que nos viene el próximo año no está fácil, así deberíamos tomar nuestras previsiones para que la crisis no nos agarre por sorpresa.
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