María Teresa Romero
(Especial para V&L)
Si tras las elecciones regionales venezolanas del próximo 24 de noviembre, Chávez se radicaliza -como lo viene demostrando y anunciando- el nuevo gobierno de Obama se verá en la obligación de enfrentarlo. Se trata de una política de Estado..."
La revolución chavista es, y seguirá siendo bajo la administración Obama, uno de los puntos prioritarios de la agenda latinoamericana de los Estados Unidos. No por casualidad, el hoy presidente electo de ese país se detuvo en el caso venezolano –el único digno de mención entre los diversos asuntos latinoamericanos- en los cuatro debates mantenidos con su contrincante republicano durante la campaña electoral.
A decir verdad, en el transcurso de toda esa campaña, tanto Barack Obama como sus asesores y posibles colaboradores en materia de política internacional, se manifestaron preocupados por la actuación desafiante y antidemocrática del presidente Hugo Chávez, por sus violaciones al Estado de derecho y a las libertades de los venezolanos, por sus nexos con grupos terroristas, y por su expansión e intervencionismo regional.
Sin embargo, pese a las críticas y diferencias político-ideológicas, Obama aseguró estar dispuesto a conversar con el mandatario venezolano, aunque bajo ciertas condiciones. "Es importante para nosotros no reaccionar exageradamente en relación contra Chávez. Debemos hacerle entender con respeto pero con firmeza que no queremos que siga propagando el sentimiento antiamericano en la región y que estamos interesados en un diálogo respetuoso con los integrantes de América Latina para buscar la manera de mejorar su calidad de vida", afirmó en una oportunidad. Obama parte de la premisa que confrontar a Chávez y no propiciar un diálogo presidencial con él, sólo fortalece la posición doméstica y regional del chavismo. No es una conjetura descabellada, menos ahora que el régimen chavista se encuentra debilitado, tanto política como económicamente.
Pero en realidad, que se dé o no un diálogo entre Obama y Chávez, dependerá más de éste último que de aquél. Y en este sentido las declaraciones del mandatario venezolano han sido ambiguas. En principio Chávez aseguró que no se sentaría a hablar con Obama puesto que estaba seguro que sería igual de imperialista que todos los gobernantes estadounidenses, pero al final de la campaña electoral, cuando ya era evidente su victoria, afirmó que sí lo haría.
Una conducta de mayor radicalización y confrontación de Chávez podría llevar a Obama a posponer, incluso a desechar, su disposición inicial de diálogo. También dependerá de la conducta de Hugo Chávez que el nuevo inquilino de la Casa Blanca endurezca o flexibilice la política que hasta ahora los EEUU han desarrollado hacia Venezuela. Si tras las elecciones regionales venezolanas del próximo 24 de noviembre, Chávez se radicaliza -como lo viene demostrando y anunciando- el nuevo gobierno de Obama se verá en la obligación de enfrentarlo. Se trata de una política de Estado. No es de extrañar que se ejerzan sanciones mayores a las tomadas hasta ahora, como la de colocar a Venezuela en la lista de naciones que promocionan el terrorismo.
Hasta es posible, en un momento dado, un bloqueo estadounidense a la importación de crudo venezolano. Según informes bipartidistas realizados desde el propio Congreso estadounidense, las implicaciones de una medida como esa podrían compensarse con la liberación de alrededor de dos millones de barriles diarios de crudo de la reserva estratégica de ese país y con la compra de crudo a otros socios más confiables.
Arabia Saudita seguramente supliría de inmediato los 1.200.000 barriles que la Venezuela “revolucionaria” dejaría de enviarle al “imperio”. Para Venezuela, los efectos de un bloqueo de compra de petróleo serían devastadores; más aún en este momento de desaceleración económica, en que disminuyen los precios del petróleo, en que PDVSA tiene que recurrir a su filial norteamericana, Citgo, para obtener créditos bancarios. Si Chávez se radicaliza, le resultará más fácil al Congreso estadounidense –ahora de mayoría demócrata- apoyar a Obama en éstas y otras sanciones.
Independientemente de lo que haga o deje de hacer el nuevo gobierno, los diversos entes gubernamentales de EEUU – el Departamento de Estado, el Departamento del Tesoro, el Departamento de Defensa, la Fiscalía, entre otros- continuarán haciendo su trabajo con respecto a ciudadanos y empresas venezolanas que violen las leyes establecidas. Creo que seguiremos viendo sanciones tales como las de cerrar cuentas bancarias en territorio estadounidense a aquellos funcionarios del chavismo a los que se les demuestren nexos con grupos narcoterroristas, o como las recién aplicadas en contra de la empresa gubernamental Industrias Militares de Venezuela (Cavim), por haber violado la prohibición norteamericana de vender tecnología militar que pudiese ayudar a Siria, Irán y Corea del Norte a desarrollar sistemas de armamento sensible.
En cuanto a las relaciones comerciales bilaterales, sobre todo en materia petrolera, el gobierno de Obama mantendrá el patrón seguido hasta ahora, al menos en el corto plazo. Le sería costoso cambiarlo de inmediato ya que Venezuela, sin tener un acuerdo de libre comercio con EEUU, figura entre las 30 naciones con mayor intercambio comercial con ese país, situándose en el puesto 23. Las exportaciones venezolanas a ese país, entre enero y agosto de 2008, aumentaron 59,4% con respecto al mismo lapso en el 2007. Mientras que las exportaciones estadounidenses hacia Venezuela, se incrementaron en 14,8% en el mismo período. Sin embargo, Barack Obama tomará acciones en forma paulatina que le permitan independizarse de la compra de petróleo venezolano, la cual irá reemplazando con la importación de crudos a México y Canadá.
Como vemos, el panorama futuro de las relaciones entre Venezuela y EEUU no luce tan esperanzador como afirmó Hugo Chávez en su más reciente alocución. Es más, podría oscurecerse a niveles no vistos hasta ahora. Dependerá más de él que de Obama.
(Especial para V&L)
Si tras las elecciones regionales venezolanas del próximo 24 de noviembre, Chávez se radicaliza -como lo viene demostrando y anunciando- el nuevo gobierno de Obama se verá en la obligación de enfrentarlo. Se trata de una política de Estado..."
La revolución chavista es, y seguirá siendo bajo la administración Obama, uno de los puntos prioritarios de la agenda latinoamericana de los Estados Unidos. No por casualidad, el hoy presidente electo de ese país se detuvo en el caso venezolano –el único digno de mención entre los diversos asuntos latinoamericanos- en los cuatro debates mantenidos con su contrincante republicano durante la campaña electoral.
A decir verdad, en el transcurso de toda esa campaña, tanto Barack Obama como sus asesores y posibles colaboradores en materia de política internacional, se manifestaron preocupados por la actuación desafiante y antidemocrática del presidente Hugo Chávez, por sus violaciones al Estado de derecho y a las libertades de los venezolanos, por sus nexos con grupos terroristas, y por su expansión e intervencionismo regional.
Sin embargo, pese a las críticas y diferencias político-ideológicas, Obama aseguró estar dispuesto a conversar con el mandatario venezolano, aunque bajo ciertas condiciones. "Es importante para nosotros no reaccionar exageradamente en relación contra Chávez. Debemos hacerle entender con respeto pero con firmeza que no queremos que siga propagando el sentimiento antiamericano en la región y que estamos interesados en un diálogo respetuoso con los integrantes de América Latina para buscar la manera de mejorar su calidad de vida", afirmó en una oportunidad. Obama parte de la premisa que confrontar a Chávez y no propiciar un diálogo presidencial con él, sólo fortalece la posición doméstica y regional del chavismo. No es una conjetura descabellada, menos ahora que el régimen chavista se encuentra debilitado, tanto política como económicamente.
Pero en realidad, que se dé o no un diálogo entre Obama y Chávez, dependerá más de éste último que de aquél. Y en este sentido las declaraciones del mandatario venezolano han sido ambiguas. En principio Chávez aseguró que no se sentaría a hablar con Obama puesto que estaba seguro que sería igual de imperialista que todos los gobernantes estadounidenses, pero al final de la campaña electoral, cuando ya era evidente su victoria, afirmó que sí lo haría.
Una conducta de mayor radicalización y confrontación de Chávez podría llevar a Obama a posponer, incluso a desechar, su disposición inicial de diálogo. También dependerá de la conducta de Hugo Chávez que el nuevo inquilino de la Casa Blanca endurezca o flexibilice la política que hasta ahora los EEUU han desarrollado hacia Venezuela. Si tras las elecciones regionales venezolanas del próximo 24 de noviembre, Chávez se radicaliza -como lo viene demostrando y anunciando- el nuevo gobierno de Obama se verá en la obligación de enfrentarlo. Se trata de una política de Estado. No es de extrañar que se ejerzan sanciones mayores a las tomadas hasta ahora, como la de colocar a Venezuela en la lista de naciones que promocionan el terrorismo.
Hasta es posible, en un momento dado, un bloqueo estadounidense a la importación de crudo venezolano. Según informes bipartidistas realizados desde el propio Congreso estadounidense, las implicaciones de una medida como esa podrían compensarse con la liberación de alrededor de dos millones de barriles diarios de crudo de la reserva estratégica de ese país y con la compra de crudo a otros socios más confiables.
Arabia Saudita seguramente supliría de inmediato los 1.200.000 barriles que la Venezuela “revolucionaria” dejaría de enviarle al “imperio”. Para Venezuela, los efectos de un bloqueo de compra de petróleo serían devastadores; más aún en este momento de desaceleración económica, en que disminuyen los precios del petróleo, en que PDVSA tiene que recurrir a su filial norteamericana, Citgo, para obtener créditos bancarios. Si Chávez se radicaliza, le resultará más fácil al Congreso estadounidense –ahora de mayoría demócrata- apoyar a Obama en éstas y otras sanciones.
Independientemente de lo que haga o deje de hacer el nuevo gobierno, los diversos entes gubernamentales de EEUU – el Departamento de Estado, el Departamento del Tesoro, el Departamento de Defensa, la Fiscalía, entre otros- continuarán haciendo su trabajo con respecto a ciudadanos y empresas venezolanas que violen las leyes establecidas. Creo que seguiremos viendo sanciones tales como las de cerrar cuentas bancarias en territorio estadounidense a aquellos funcionarios del chavismo a los que se les demuestren nexos con grupos narcoterroristas, o como las recién aplicadas en contra de la empresa gubernamental Industrias Militares de Venezuela (Cavim), por haber violado la prohibición norteamericana de vender tecnología militar que pudiese ayudar a Siria, Irán y Corea del Norte a desarrollar sistemas de armamento sensible.
En cuanto a las relaciones comerciales bilaterales, sobre todo en materia petrolera, el gobierno de Obama mantendrá el patrón seguido hasta ahora, al menos en el corto plazo. Le sería costoso cambiarlo de inmediato ya que Venezuela, sin tener un acuerdo de libre comercio con EEUU, figura entre las 30 naciones con mayor intercambio comercial con ese país, situándose en el puesto 23. Las exportaciones venezolanas a ese país, entre enero y agosto de 2008, aumentaron 59,4% con respecto al mismo lapso en el 2007. Mientras que las exportaciones estadounidenses hacia Venezuela, se incrementaron en 14,8% en el mismo período. Sin embargo, Barack Obama tomará acciones en forma paulatina que le permitan independizarse de la compra de petróleo venezolano, la cual irá reemplazando con la importación de crudos a México y Canadá.
Como vemos, el panorama futuro de las relaciones entre Venezuela y EEUU no luce tan esperanzador como afirmó Hugo Chávez en su más reciente alocución. Es más, podría oscurecerse a niveles no vistos hasta ahora. Dependerá más de él que de Obama.
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