H.Victoria
(Especial para V&L)
La populosa y maltrecha parroquia nuevamente aporta su cuota decisiva para frustrar el avance del chavismo. Los votos que le dieron la Alcaldía del municipio Sucre a Carlos Ocariz y especialmente los que cosechó en Petare fueron determinantes para dejar en el camino las aspiraciones de tres rojos emblemáticos: Jesse Chacón, Diosdado Cabello y Aristóbulo Istúriz.
Allí en Petare, donde dice el Presidente que hay campos de golf y ostentosas piscinas, Ocariz obtuvo 103.402 votos y Chacón 80.871, con una abstención de 39,18% y 3.520 votos nulos. Y para entender el peso de la parroquia hay que ver los totales del municipio: Ocariz ganó con 146.226 votos y Jesse logró 115..356. Petare representa más de 70% del padrón electoral del municipio Sucre y aportó 102.361 de los 583.795 votos que obtuvo Henrique Capriles para arrebatarle la Gobernación de Miranda a Diosdado Cabello.
Desde las 10 de la mañana del domingo pasado el candidato de la coalición opositora y miembro fundador de Primero Justicia sabía que la fortuna empezaba a sonreírle en su segundo intento por alcanzar la Alcaldía de Sucre: “Las encuestas reflejaban una tendencia favorable”, asegura.
Alrededor de las 2 de la tarde, en la sala situacional montada en el preescolar Lapicito, en Petare, el coordinador de movilización de Barrio Unión, José Palacios, colgaba uno de sus celulares y anunciaba a los presentes que 13 mil familias del municipio ya habían reconfirmado su voto para Ocariz. El optimismo empezó a desbordar: “Ahora Carlos tiene que ganar por paliza”, se entusiasmó Alfonso Morales, coordinador de Podemos: “Como diez veces vino Chávez para acá. ¿Qué significa eso? Que está desesperado. Es que el carómetro lo dice”. La línea de los asesores, sin embargo, aconsejaba prudencia: la movilización de votantes debía seguir según lo planeado.
Fue en la noche cuando Palacios, quien tenía a su cargo las labores en 13 centros de votación, tuvo mayor certeza del triunfo: “Estaba bajando a la escuela Alberto Ravell cuando me llamaron. A las 7 ya sabíamos que ganábamos”.
Pero hubo un momento en que la duda y la incertidumbre abrieron boquetes más allá, en la gran sala situacional montada en la hacienda El Arroyo: “Fue cuando Tibisay Lucena anunció a los ganadores y no dio los resultados de Sucre”, cuenta Ocariz: “Teníamos las actas y la diferencia nos favorecía por 12 puntos. No era un resultado cerrado. Imagínate eso en medio de tanta presión, sin haber dormido... hasta que a la 1:50 de la madrugada la Junta Electoral Municipal emitió el boletín, que confirmaba los 12 puntos”.
Lejos está Carlos Ocariz de ser un recién llegado a Petare. Guste o no guste, lo cierto es que desde sus días de estudiante universitario en los años 90 (se graduó de ingeniero civil en 1995) se vinculó al trabajo en los barrios de la parroquia y luego entró al equipo de la Gobernación de Miranda, creó la Fundación de Desarrollo Social del Estado Miranda y aportó al proyecto de Ley de Participación Ciudadana. Tenía 24 años.
“Antes de que Chávez hablara de eso, usábamos una metodología de transferir recursos a las comunidades”, explica: “La gente planteaba sus prioridades y en función de eso se establecían presupuestos participativos. La comunidad escogía a las autoridades de una asociación civil responsable y esas personas recibían un entrenamiento. Así logramos hacer miles de obras”.
En el año 2000, Ocariz fue electo diputado por Sucre y durante su paso por la Asamblea Nacional promovió las leyes de Barrios, de Desarme y de la Tercera Edad. El escalón lógico era intentar llegar a la Alcaldía: “Esas elecciones de 2004 fueron muy duras. Ya buena parte de la gente había asumido no votar y la oposición estaba dividida. Hacer campaña era una tragedia. Pero perdí apenas por 2% de los votos. Te consuelas diciendo que aunque perdiendo ganaste, pero eso te dura cuatro días. Después tienes que reactivar a tu equipo y volver a darle esperanzas”.
Con el triunfo de José Vicente Rangel Ávalos en Sucre entraron también 12 concejales chavistas (de un total de 13) y posteriormente, con el retiro de los aspirantes opositores a la Asamblea Nacional, no quedó espacio para nadie más.
“Seguimos trabajando”, recuerda Ocariz: “Todos los fines de semana organizábamos actividades en las comunidades, entregábamos juguetes, ayudábamos con lo que podíamos a los afectados por las lluvias, a los más pobres, y poco a poco armé esa red social y política que actuó el domingo. Eso lo hicimos con las uñas. El chavismo tenía todo, las juntas parroquiales, la Alcaldía, el Legislativo, la Gobernación. Y construimos ese tejido con base en una expectativa, la de que las cosas podían cambiar”. Parecía que sí.
La elección presidencial de 2006 activó la red de Ocariz en apoyo a la candidatura de Manuel Rosales. Y tan mal no fue: “Rosales perdió en Sucre por cerca de 6 puntos”.
Hasta que llegó el momento de lo que él llama “la elección que disparó la esperanza”, el referendo por la reforma constitucional: “En Sucre lo ganamos con 23 puntos de ventaja. Por un lado, el liderazgo del chavismo estaba confiado. Y por el otro, la verdad es que nos movimos bien. Eso disparó los ánimos y desde diciembre empezamos a organizar mi candidature”.
Para llegar a la Alcaldía tuvo que pelear no sólo contra el oficialismo y su maquinaria. En el propio bando opositor encontró adversarios: cinco precandidatos con aspiraciones, entre ellos Oscar Pérez y William Ojeda, quizás el más difícil de convencer. Dos tandas de cuatro encuestas hicieron falta para que, finalmente, el 20 de julio el militante de Un Nuevo Tiempo declinara a favor de Ocariz y se consolidara una propuesta unitaria. “Ahí comenzó otra etapa: tú contra el Estado”, describe el panorama Ocariz: “Chávez vino 9 veces a Petare, eso es más de lo que ha venido en los últimos cuatro años. Y mientras ellos entregaban lavadoras yo repartía volantes”.
Lo primero que quedó claro fue que la cosa era contra Chacón, no contra Chávez: “Hicimos un esfuerzo por focalizar la campaña en Sucre, no en lo nacional”. Y el otro gran empeño clave fue “cosechar” lo que Ocariz define como “un sentimiento popular por el cambio que proponemos”.
En otras palabras, había que mover a la gente: “Cinco meses antes de las elecciones trabajamos el concepto de familia movilizadora, de familias completas que estuvieran con el cambio. Pasamos todos los días metidos en los barrios captando a esas personas, yo mismo lo hacía y el equipo de todos los partidos. Abrimos un call center y cada martes se recibían las listas para comprobarlas llamando a esos contactos. Así captamos 25 mil familias en las zonas populares”.
Si en las urbanizaciones la metodología efectiva fueron las asambleas, en los barrios lo que hace la diferencia es el casa por casa y las caminatas encabezadas por el candidato: “Creo que le di la vuelta a Petare al menos seis veces”. A Ocariz lo vieron a toda hora: a las 6 de la mañana repartía café y volantes en las paradas de metro y de autobuses, a las 10 comenzaba a caminar cerro arriba y en la noche le tocaban las asambleas.
A donde fuera el reclamo mayor era el mismo: la inseguridad.
“Era una estrategia con metas supervisadas y manejo de estadística y focus groups”, explica. Pero también con un pequeño ejército en actividad plena el día de la cita electoral: 3.500 testigos, 2.400 movilizadores, 250 personas atendiendo el call center, otras 120 llamando a la gente a salir a votar, 120 más tocando puertas donde hicieran falta más votos, unos 80 voluntarios -la mayoría estudiantes- en la sala situacional de El Arroyo, 450 motorizados y 120 carros trasladando a los votantes contactados. “Logramos llegar al proceso con testigos en todas las mesas, con gente formada y motivada para defender los votos”.
Linda Villasmil estuvo trabajando ese día en la zona de Maca, donde contaban ya con 3.200 familias movilizadoras y tenían al menos 16 motos y algunos jeeps. Cada persona trasladada recibía su chuleta y explicaciones sobre cómo votar. Villasmil reconoce que era díficil ganar en Maca: “Aquí siempre han sido muy chavistas, y tenían como 10 vehículos, los carros de la Alcaldía y la Gobernación, y hasta a Polimiranda llevando gente con camisas rojas. Y adentro, ellos acompañaban a su gente a las máquinas. Eso era pelea y pelea. Y después no querían dejar cerrar los centros”.
4.200 fueron los votantes que llevó el equipo de Palacios a trece centros. La meta final, revela, era conseguir entre 60 y 70 mil votos en los barrios (72% del municipio) y de 80 a 90 mil en las urbanizaciones. Dice que llegaron cerca.
De acuerdo al CNE, Ocariz sólo ganó en 43 de los 118 centros de votación de la parroquia. Pero eso le bastó para superar a Chacón. Será una mera curiosidad, pero también ganó en todos los centros con nombres de santos en Petare. Ante el reto que plantea poner orden en la mayor y más peligrosa barriada del país a más de uno deberá encomendarse. Mientras más, mejor.
(Especial para V&L)
La populosa y maltrecha parroquia nuevamente aporta su cuota decisiva para frustrar el avance del chavismo. Los votos que le dieron la Alcaldía del municipio Sucre a Carlos Ocariz y especialmente los que cosechó en Petare fueron determinantes para dejar en el camino las aspiraciones de tres rojos emblemáticos: Jesse Chacón, Diosdado Cabello y Aristóbulo Istúriz.
Allí en Petare, donde dice el Presidente que hay campos de golf y ostentosas piscinas, Ocariz obtuvo 103.402 votos y Chacón 80.871, con una abstención de 39,18% y 3.520 votos nulos. Y para entender el peso de la parroquia hay que ver los totales del municipio: Ocariz ganó con 146.226 votos y Jesse logró 115..356. Petare representa más de 70% del padrón electoral del municipio Sucre y aportó 102.361 de los 583.795 votos que obtuvo Henrique Capriles para arrebatarle la Gobernación de Miranda a Diosdado Cabello.
Desde las 10 de la mañana del domingo pasado el candidato de la coalición opositora y miembro fundador de Primero Justicia sabía que la fortuna empezaba a sonreírle en su segundo intento por alcanzar la Alcaldía de Sucre: “Las encuestas reflejaban una tendencia favorable”, asegura.
Alrededor de las 2 de la tarde, en la sala situacional montada en el preescolar Lapicito, en Petare, el coordinador de movilización de Barrio Unión, José Palacios, colgaba uno de sus celulares y anunciaba a los presentes que 13 mil familias del municipio ya habían reconfirmado su voto para Ocariz. El optimismo empezó a desbordar: “Ahora Carlos tiene que ganar por paliza”, se entusiasmó Alfonso Morales, coordinador de Podemos: “Como diez veces vino Chávez para acá. ¿Qué significa eso? Que está desesperado. Es que el carómetro lo dice”. La línea de los asesores, sin embargo, aconsejaba prudencia: la movilización de votantes debía seguir según lo planeado.
Fue en la noche cuando Palacios, quien tenía a su cargo las labores en 13 centros de votación, tuvo mayor certeza del triunfo: “Estaba bajando a la escuela Alberto Ravell cuando me llamaron. A las 7 ya sabíamos que ganábamos”.
Pero hubo un momento en que la duda y la incertidumbre abrieron boquetes más allá, en la gran sala situacional montada en la hacienda El Arroyo: “Fue cuando Tibisay Lucena anunció a los ganadores y no dio los resultados de Sucre”, cuenta Ocariz: “Teníamos las actas y la diferencia nos favorecía por 12 puntos. No era un resultado cerrado. Imagínate eso en medio de tanta presión, sin haber dormido... hasta que a la 1:50 de la madrugada la Junta Electoral Municipal emitió el boletín, que confirmaba los 12 puntos”.
Lejos está Carlos Ocariz de ser un recién llegado a Petare. Guste o no guste, lo cierto es que desde sus días de estudiante universitario en los años 90 (se graduó de ingeniero civil en 1995) se vinculó al trabajo en los barrios de la parroquia y luego entró al equipo de la Gobernación de Miranda, creó la Fundación de Desarrollo Social del Estado Miranda y aportó al proyecto de Ley de Participación Ciudadana. Tenía 24 años.
“Antes de que Chávez hablara de eso, usábamos una metodología de transferir recursos a las comunidades”, explica: “La gente planteaba sus prioridades y en función de eso se establecían presupuestos participativos. La comunidad escogía a las autoridades de una asociación civil responsable y esas personas recibían un entrenamiento. Así logramos hacer miles de obras”.
En el año 2000, Ocariz fue electo diputado por Sucre y durante su paso por la Asamblea Nacional promovió las leyes de Barrios, de Desarme y de la Tercera Edad. El escalón lógico era intentar llegar a la Alcaldía: “Esas elecciones de 2004 fueron muy duras. Ya buena parte de la gente había asumido no votar y la oposición estaba dividida. Hacer campaña era una tragedia. Pero perdí apenas por 2% de los votos. Te consuelas diciendo que aunque perdiendo ganaste, pero eso te dura cuatro días. Después tienes que reactivar a tu equipo y volver a darle esperanzas”.
Con el triunfo de José Vicente Rangel Ávalos en Sucre entraron también 12 concejales chavistas (de un total de 13) y posteriormente, con el retiro de los aspirantes opositores a la Asamblea Nacional, no quedó espacio para nadie más.
“Seguimos trabajando”, recuerda Ocariz: “Todos los fines de semana organizábamos actividades en las comunidades, entregábamos juguetes, ayudábamos con lo que podíamos a los afectados por las lluvias, a los más pobres, y poco a poco armé esa red social y política que actuó el domingo. Eso lo hicimos con las uñas. El chavismo tenía todo, las juntas parroquiales, la Alcaldía, el Legislativo, la Gobernación. Y construimos ese tejido con base en una expectativa, la de que las cosas podían cambiar”. Parecía que sí.
La elección presidencial de 2006 activó la red de Ocariz en apoyo a la candidatura de Manuel Rosales. Y tan mal no fue: “Rosales perdió en Sucre por cerca de 6 puntos”.
Hasta que llegó el momento de lo que él llama “la elección que disparó la esperanza”, el referendo por la reforma constitucional: “En Sucre lo ganamos con 23 puntos de ventaja. Por un lado, el liderazgo del chavismo estaba confiado. Y por el otro, la verdad es que nos movimos bien. Eso disparó los ánimos y desde diciembre empezamos a organizar mi candidature”.
Para llegar a la Alcaldía tuvo que pelear no sólo contra el oficialismo y su maquinaria. En el propio bando opositor encontró adversarios: cinco precandidatos con aspiraciones, entre ellos Oscar Pérez y William Ojeda, quizás el más difícil de convencer. Dos tandas de cuatro encuestas hicieron falta para que, finalmente, el 20 de julio el militante de Un Nuevo Tiempo declinara a favor de Ocariz y se consolidara una propuesta unitaria. “Ahí comenzó otra etapa: tú contra el Estado”, describe el panorama Ocariz: “Chávez vino 9 veces a Petare, eso es más de lo que ha venido en los últimos cuatro años. Y mientras ellos entregaban lavadoras yo repartía volantes”.
Lo primero que quedó claro fue que la cosa era contra Chacón, no contra Chávez: “Hicimos un esfuerzo por focalizar la campaña en Sucre, no en lo nacional”. Y el otro gran empeño clave fue “cosechar” lo que Ocariz define como “un sentimiento popular por el cambio que proponemos”.
En otras palabras, había que mover a la gente: “Cinco meses antes de las elecciones trabajamos el concepto de familia movilizadora, de familias completas que estuvieran con el cambio. Pasamos todos los días metidos en los barrios captando a esas personas, yo mismo lo hacía y el equipo de todos los partidos. Abrimos un call center y cada martes se recibían las listas para comprobarlas llamando a esos contactos. Así captamos 25 mil familias en las zonas populares”.
Si en las urbanizaciones la metodología efectiva fueron las asambleas, en los barrios lo que hace la diferencia es el casa por casa y las caminatas encabezadas por el candidato: “Creo que le di la vuelta a Petare al menos seis veces”. A Ocariz lo vieron a toda hora: a las 6 de la mañana repartía café y volantes en las paradas de metro y de autobuses, a las 10 comenzaba a caminar cerro arriba y en la noche le tocaban las asambleas.
A donde fuera el reclamo mayor era el mismo: la inseguridad.
“Era una estrategia con metas supervisadas y manejo de estadística y focus groups”, explica. Pero también con un pequeño ejército en actividad plena el día de la cita electoral: 3.500 testigos, 2.400 movilizadores, 250 personas atendiendo el call center, otras 120 llamando a la gente a salir a votar, 120 más tocando puertas donde hicieran falta más votos, unos 80 voluntarios -la mayoría estudiantes- en la sala situacional de El Arroyo, 450 motorizados y 120 carros trasladando a los votantes contactados. “Logramos llegar al proceso con testigos en todas las mesas, con gente formada y motivada para defender los votos”.
Linda Villasmil estuvo trabajando ese día en la zona de Maca, donde contaban ya con 3.200 familias movilizadoras y tenían al menos 16 motos y algunos jeeps. Cada persona trasladada recibía su chuleta y explicaciones sobre cómo votar. Villasmil reconoce que era díficil ganar en Maca: “Aquí siempre han sido muy chavistas, y tenían como 10 vehículos, los carros de la Alcaldía y la Gobernación, y hasta a Polimiranda llevando gente con camisas rojas. Y adentro, ellos acompañaban a su gente a las máquinas. Eso era pelea y pelea. Y después no querían dejar cerrar los centros”.
4.200 fueron los votantes que llevó el equipo de Palacios a trece centros. La meta final, revela, era conseguir entre 60 y 70 mil votos en los barrios (72% del municipio) y de 80 a 90 mil en las urbanizaciones. Dice que llegaron cerca.
De acuerdo al CNE, Ocariz sólo ganó en 43 de los 118 centros de votación de la parroquia. Pero eso le bastó para superar a Chacón. Será una mera curiosidad, pero también ganó en todos los centros con nombres de santos en Petare. Ante el reto que plantea poner orden en la mayor y más peligrosa barriada del país a más de uno deberá encomendarse. Mientras más, mejor.
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