María Teresa Romero
(Especial para V&L)
Una semana después de las elecciones regionales del 23 de noviembre, la situación política y social venezolana lejos de ser tranquila y auspiciosa -como era de esperarse luego de varios meses de fuerte confrontación electoral-, se ha tornado más inestable e incierta que antes de esos comicios. La percepción generalizada es que en el año 2009 estaremos al borde de una guerra civil.
El principal causante de este estado de angustia y pesimismo ha sido el propio gobierno del presidente Hugo Chávez al iniciar una política de intimidación y radicalización desde el mismo momento en que el Consejo Nacional Electoral anunció los resultados electorales, los cuales han puesto en evidencia el avance de los partidos opositores. Porque si bien el oficialismo mantuvo 17 gobernaciones y más del 80% de las alcaldías del país, la oposición recuperó fuerza política al ganar en los estados más desarrollados y poblados del país, donde vive la mitad del universo electoral, así como en municipios claves, como la Alcaldía Mayor. También al aumentar su base electoral con respecto a la del 2004, pasando del 42% al casi 50%, mientras que la votación del gobierno bajó en términos numéricos y proporcionales en comparación con las elecciones presidenciales de 2006 y el referéndum constitucional de 2007.
El embate gubernamental
La arremetida contra la oposición iniciada la semana pasada y desde las diversas instancias gubernamentales, ha sorprendido a buena parte de los venezolanos quienes creían que con esos resultados electorales, el presidente Chávez y sus seguidores cambiarían de rumbo político; que en ellos se impondría finalmente la sensatez y la moderación. Esa percepción se acrecentó tras las primeras declaraciones presidenciales, en las que frente a corresponsales extranjeros y en cadena nacional se mostró abierto y conciliador, reconociendo los espacios ganados por la oposición.
No obstante, a pocas horas de esas declaraciones iníciales vinieron otras llenas de violencia y confrontación verbal y en las que anunció que el 2 de febrero de 2009 se iniciará oficialmente la tercera década de la revolución bolivariana, cuyo objetivo será lograr la consolidación del proyecto socialista del siglo XXI. Durante el transcurso de la semana, el Presidente no sólo atacó a los gobernadores y alcaldes opositores electos calificándolos de "fascistas", sino también a los electores de clase media "racistas y oligarcas" que hicieron posible la victoria opositora en los principales centros políticos y económicos del país. En una de sus más encendidas arengas, Chávez llamó al pueblo y a las Fuerzas Armadas Nacionales a movilizarse contra las nuevas autoridades por estar supuestamente organizando un plan conspirativo para matarlo. "No le tenemos miedo a cuatro fascistas, al pueblo lo llamo a la movilización permanente. Ellos no vienen a gobernar una alcaldía o una gobernación, ¡ellos vienen por Chávez!", expresó el mandatario durante la proclamación del gobernador del estado Vargas.
En otras declaraciones públicas Hugo Chávez y algunos de sus funcionarios dejaron caer la posibilidad de promover vías como la enmienda constitucional para replantear la reelección ilimitada presidencial. La oposición viene denunciando que el mandatario venezolano apelará al dominio que tiene en la Asamblea Nacional para presentar, en un breve lapso, cuatro enmiendas dirigidas a la instauración de esa reelección indefinida.
A partir de allí, diversos grupos de activistas oficialistas bloquearon las proclamaciones de los opositores electos y hubo hasta secuestros de autoridades electorales. Luego, hechas las proclamaciones, comenzaron los saqueos y el desmantelamiento de varias gobernaciones, alcaldías y otros entes gubernamentales, lo que imposibilitó la instalación de las respectivas comisiones de enlace. También durante la semana, numerosos tribunales en manos del oficialismo intensificaron las amenazas de encarcelamiento a líderes electos de la oposición y, siguiendo órdenes presidenciales, se abrieron nuevos casos contra medios de comunicación social, como el del canal televisivo Globovisión al cual el gobierno podría revocarle la concesión en cualquier momento.
Mientras se desarrollaba esta arremetida doméstica, también el presidente Chávez aprovechó las visitas al país del presidente Dimitri Medvedev y de una flota de cruceros rusos -compuesta por destructores de propulsión nuclear, naves escoltas, y barcos de apoyo logístico- así como de los miembros y observadores del ALBA, para enviar el mensaje de que continuaría con el proyecto internacional bolivariano y profundizando sus alianzas estratégicas con gobiernos revolucionarios amigos, latinoamericanos y extra continentales. Tampoco desaprovechó la primera semana postelectoral para dejar claro que su política antiimperialista continuaría bajo la administración Obama, de quien desconfió para hacer realidad sus promesas de cambio.
Como vemos, se trata de la misma intolerancia y radicalización gubernamental asumida luego del 2 de diciembre de 2007, cuando la sociedad venezolana se opuso a una reforma constitucional que le diera al Presidente la posibilidad de reelegirse indefinidamente; una conducta que le ha costado al oficialismo la pérdida de buena parte de su base electoral en los sectores populares, tal como lo demuestran las recientes cifras del CNE. El problema es que esa actitud está desanimando a muchos de sus seguidores -los denominados chavistas light- que quisieran abandonar la confrontación y dedicarse a hacer buenas gestiones de gobierno.
La causas del ataque suicida
Pero, ¿A qué se debe esta nueva arremetida gubernamental? ¿Cómo entender este comportamiento justo cuando una mitad de los venezolanos manifestaron su repudio al autoritarismo militarista de Hugo Chávez?
Hugo Chávez no se resigna a que en cuatro años deberá abandonar el poder; siente que aún mantiene suficiente fuerza con la cual luchar. Tal vez no le falte razón, ya que a pesar del creciente descontento hacía él y su proyecto, aún cuenta con respaldo popular y continúa teniendo control del petro-Estado, que es el mayor empleador del país. Además, todavía sigue existiendo una fuerte polarización nacional, un escenario de dos Venezuela, que en su visión revolucionaria podría serle favorable en las elecciones legislativas del 2010 y las presidenciales de 2013.
Como militar heroico y mesiánico, Chávez no cejará en su empeño. Seguirá con "el proceso" en el que tanto ha invertido en 10 años.. Empleará todos los recursos posibles, incluso el de quitarse definitivamente el ropaje democrático, para continuar con el modelo socialista que ha calcado de la experiencia cubana. Reforzará las armas del miedo y el desgaste. A los dirigentes opositores los acosará económica, política y militarmente. No los dejará gobernar, jugará al caos permanente.
El reto fundamental de las fuerzas de oposición es la superación de las pequeñeces y ambiciones políticas, que imposibilitaron un triunfo mayor en estos comicios. Es la unión en un frente amplio que convoque no sólo a los partidos tradicionales y emergentes, sino a los independientes y a los disidentes del chavismo.
(Especial para V&L)
Una semana después de las elecciones regionales del 23 de noviembre, la situación política y social venezolana lejos de ser tranquila y auspiciosa -como era de esperarse luego de varios meses de fuerte confrontación electoral-, se ha tornado más inestable e incierta que antes de esos comicios. La percepción generalizada es que en el año 2009 estaremos al borde de una guerra civil.
El principal causante de este estado de angustia y pesimismo ha sido el propio gobierno del presidente Hugo Chávez al iniciar una política de intimidación y radicalización desde el mismo momento en que el Consejo Nacional Electoral anunció los resultados electorales, los cuales han puesto en evidencia el avance de los partidos opositores. Porque si bien el oficialismo mantuvo 17 gobernaciones y más del 80% de las alcaldías del país, la oposición recuperó fuerza política al ganar en los estados más desarrollados y poblados del país, donde vive la mitad del universo electoral, así como en municipios claves, como la Alcaldía Mayor. También al aumentar su base electoral con respecto a la del 2004, pasando del 42% al casi 50%, mientras que la votación del gobierno bajó en términos numéricos y proporcionales en comparación con las elecciones presidenciales de 2006 y el referéndum constitucional de 2007.
El embate gubernamental
La arremetida contra la oposición iniciada la semana pasada y desde las diversas instancias gubernamentales, ha sorprendido a buena parte de los venezolanos quienes creían que con esos resultados electorales, el presidente Chávez y sus seguidores cambiarían de rumbo político; que en ellos se impondría finalmente la sensatez y la moderación. Esa percepción se acrecentó tras las primeras declaraciones presidenciales, en las que frente a corresponsales extranjeros y en cadena nacional se mostró abierto y conciliador, reconociendo los espacios ganados por la oposición.
No obstante, a pocas horas de esas declaraciones iníciales vinieron otras llenas de violencia y confrontación verbal y en las que anunció que el 2 de febrero de 2009 se iniciará oficialmente la tercera década de la revolución bolivariana, cuyo objetivo será lograr la consolidación del proyecto socialista del siglo XXI. Durante el transcurso de la semana, el Presidente no sólo atacó a los gobernadores y alcaldes opositores electos calificándolos de "fascistas", sino también a los electores de clase media "racistas y oligarcas" que hicieron posible la victoria opositora en los principales centros políticos y económicos del país. En una de sus más encendidas arengas, Chávez llamó al pueblo y a las Fuerzas Armadas Nacionales a movilizarse contra las nuevas autoridades por estar supuestamente organizando un plan conspirativo para matarlo. "No le tenemos miedo a cuatro fascistas, al pueblo lo llamo a la movilización permanente. Ellos no vienen a gobernar una alcaldía o una gobernación, ¡ellos vienen por Chávez!", expresó el mandatario durante la proclamación del gobernador del estado Vargas.
En otras declaraciones públicas Hugo Chávez y algunos de sus funcionarios dejaron caer la posibilidad de promover vías como la enmienda constitucional para replantear la reelección ilimitada presidencial. La oposición viene denunciando que el mandatario venezolano apelará al dominio que tiene en la Asamblea Nacional para presentar, en un breve lapso, cuatro enmiendas dirigidas a la instauración de esa reelección indefinida.
A partir de allí, diversos grupos de activistas oficialistas bloquearon las proclamaciones de los opositores electos y hubo hasta secuestros de autoridades electorales. Luego, hechas las proclamaciones, comenzaron los saqueos y el desmantelamiento de varias gobernaciones, alcaldías y otros entes gubernamentales, lo que imposibilitó la instalación de las respectivas comisiones de enlace. También durante la semana, numerosos tribunales en manos del oficialismo intensificaron las amenazas de encarcelamiento a líderes electos de la oposición y, siguiendo órdenes presidenciales, se abrieron nuevos casos contra medios de comunicación social, como el del canal televisivo Globovisión al cual el gobierno podría revocarle la concesión en cualquier momento.
Mientras se desarrollaba esta arremetida doméstica, también el presidente Chávez aprovechó las visitas al país del presidente Dimitri Medvedev y de una flota de cruceros rusos -compuesta por destructores de propulsión nuclear, naves escoltas, y barcos de apoyo logístico- así como de los miembros y observadores del ALBA, para enviar el mensaje de que continuaría con el proyecto internacional bolivariano y profundizando sus alianzas estratégicas con gobiernos revolucionarios amigos, latinoamericanos y extra continentales. Tampoco desaprovechó la primera semana postelectoral para dejar claro que su política antiimperialista continuaría bajo la administración Obama, de quien desconfió para hacer realidad sus promesas de cambio.
Como vemos, se trata de la misma intolerancia y radicalización gubernamental asumida luego del 2 de diciembre de 2007, cuando la sociedad venezolana se opuso a una reforma constitucional que le diera al Presidente la posibilidad de reelegirse indefinidamente; una conducta que le ha costado al oficialismo la pérdida de buena parte de su base electoral en los sectores populares, tal como lo demuestran las recientes cifras del CNE. El problema es que esa actitud está desanimando a muchos de sus seguidores -los denominados chavistas light- que quisieran abandonar la confrontación y dedicarse a hacer buenas gestiones de gobierno.
La causas del ataque suicida
Pero, ¿A qué se debe esta nueva arremetida gubernamental? ¿Cómo entender este comportamiento justo cuando una mitad de los venezolanos manifestaron su repudio al autoritarismo militarista de Hugo Chávez?
Hugo Chávez no se resigna a que en cuatro años deberá abandonar el poder; siente que aún mantiene suficiente fuerza con la cual luchar. Tal vez no le falte razón, ya que a pesar del creciente descontento hacía él y su proyecto, aún cuenta con respaldo popular y continúa teniendo control del petro-Estado, que es el mayor empleador del país. Además, todavía sigue existiendo una fuerte polarización nacional, un escenario de dos Venezuela, que en su visión revolucionaria podría serle favorable en las elecciones legislativas del 2010 y las presidenciales de 2013.
Como militar heroico y mesiánico, Chávez no cejará en su empeño. Seguirá con "el proceso" en el que tanto ha invertido en 10 años.. Empleará todos los recursos posibles, incluso el de quitarse definitivamente el ropaje democrático, para continuar con el modelo socialista que ha calcado de la experiencia cubana. Reforzará las armas del miedo y el desgaste. A los dirigentes opositores los acosará económica, política y militarmente. No los dejará gobernar, jugará al caos permanente.
El reto fundamental de las fuerzas de oposición es la superación de las pequeñeces y ambiciones políticas, que imposibilitaron un triunfo mayor en estos comicios. Es la unión en un frente amplio que convoque no sólo a los partidos tradicionales y emergentes, sino a los independientes y a los disidentes del chavismo.
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